martes, 17 de julio de 2012

Una tarde de julio, unas palabras


Retumban sus palabras en mis oídos todavía. Palabras calmadas de una historia de vida difícil. Palabras que brotaban al aire parando la brisa de la tarde y que me sobrecogieron. Decían más que ellas mismas, sugerían imágenes terribles de años pasados, en el mismo escenario en el que nos encontrábamos sentadas.

Y yo, que soy incapaz de visualizar nada de lo que me proponen en yoga, veía a los actores de la obra de su vida. Iban de una habitación a otra, andaban por el camino de l'Arboç a Castellet, paraba sus lágrimas de golpe, de golpe.

Ojos bien abiertos, casi salidos de sus órbitas, van por delante de todo. Le avisan de lo que pasa, la preparan para ver más allá porque nunca tuvieron a nadie que les guiase, que le proporcionase descanso, sosiego y cobijo. Y de tan a costumbrada a ver más allá, ya no sabe parar e imagina, intuye, observa, espera, analiza, crea, siente como si nada hubiese cambiado.

Superviviente de un mundo donde nadie la arropó por la noche, ni vigiló su sueño debería vivir permanentemente abrazada. Es difícil abrazar a un gato, pero siempre se acaba por acercar, cuando se siente confiado, cuando se habla bajito...

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