lunes, 23 de mayo de 2011

NECESITO RECORDARTE, ERNESTO.

Aprendimos a quererte con pegatinas de tu imagen y frases escritas en las carpetas. Teníamos dieciséis diecisiete, ..., chirucas y nos creíamos diferentes. Eras valentía, esperanza y ejemplo de dignidad y coherencia, para nosotros, indiscutible referente alternativo. Decir “Che” era decir “se puede”, dejarse de filosofías y pasar a la acción.

En algún momento saliste de la imaginería estudiantil, y cobraste forma humana. Te dibujamos hombre mientras comenzábamos a saber de tu vida, de tu lucha, de tus enemigos, de tu asesinato. Nos envolvían sonidos de revolución de la mano de Víctor Jara, de Quilapayún, de Carlos Puebla, Pablo y tantos otros. Conocimos la solidaridad y el compromiso, pero también el oportunismo y la explotación y la mentira del poderoso.

Seguiremos adelante, porque para nosotros eres algo más que el producto de la mitomanía de consumo a la que cínicamente te quieren convertir tus mismos asesinos. Porque sabemos que no se puede seguir de otra manera: avanzando. Porque los poderosos siguen ahí, todavía, dando eternas vueltas de tuerca a la miseria. Porque la ilusión por un futuro mejor, Ernesto, no la perdemos pese a los problemas internos de la izquierda, los bloqueos y las crisis económicas. Y porque no podemos permitir que se olvide la historia de un luchador revolucionario, tras una foto bajo cualquier soporte de objeto vendible. Porque tú exististe, existieron tus ojos, tu pelo largo y tus silencios. Claro que seguiremos, ¡hasta la victoria siempre, Comandante!

sábado, 21 de mayo de 2011

SIMPLIFICACIONES

Los medios de comunicación suelen buscar lo que ellos llaman el titular. Estamos de acuerdo en que el titular tiene que ser atractivo, atrayente, que invite a leer el artículo. Pero también coincidiremos en creer que ese titular debería contener lo esencial del texto. Desgraciadamente acaba, en la mayoría de las ocasiones, por imperar la primera de las características, ignorando e incluso pervirtiendo, el verdadero significado de la reflexión que le sigue. A eso le llamo no sólo simplificar sino también llevar a engaño, tergiversar o, directamente mentir.

En esta moda de etiquetarlo todo, de emitir consignas cortas y rápidas que corran por los medios, las simplificaciones tienen un gran recorrido. Muchas de ellas llevan directamente un adjetivo que con el tiempo, parece formar parte casi del sustantivo al que califica: jóvenes promesas, director maldito, prensa rosa... A mí entender éstas no tienen más intención que la de constatar un hecho y no tener más luces para utilizar otros sinónimos.

Pero qué decir de las siguientes parejas de sustantivo + adjetivo. ¿No tienen ninguna intención? ¿Són producto de la casualidad? ¿Se utilizan sólo cuando la ocasión y la circunstancia lo requiere? Pondré algunos ejemplos ilustrativos: izquierda radical, energía nuclear limpia, problema vasco, huelga salvaje, violencia doméstica (casera, cercana, poco importante)... Recuerdo muchas más, unidas a imágenes que nada tienen que ver con la noticia y que pretenden crear una noticia que no existe.

Simplificar el mensaje para manipular, para mentir. Dejar ese "titular" en el aire para que sea repetido por toda suerte de diarios, noticieros, reporteros... Para que quede en nuestro subconsciente la idea de izquierda mala, nuclear segura, Euskadi un problema siempre (con o sin ETA, siempre será un problema). La idea aberrante de que las mujeres asesinadas por sus maridos o parejas, están menos muertas porque es una muerte casera, familiar, cercana. La conclusión de que la huelga no es un derecho de los trabajadores y trabajadoras, sino una manera de tocar los pinreles y no dejarnos llegar a nuestros trabajos esos violentos piquetes. Para nada se explica que esos piquetes están formados por trabajadores como tú y como yo, y que no cobrarán ese día de festival piquetero. Por supuesto no deducimos que lo que se consiga, sea poco o mucho, será para todos y cada uno de nosotros: los huelguistas y los no huelguistas, incluídos los violentos piquetes.

Y se acaba por borrar de un plumazo nuestro estado de derecho y las instituciones que lo componen, cuando se deja caer sin pudor frases como todos los políticos son iguales, los sindicatos están pagados con nuestros impuestos, votar no sirve para nada...

En verdad que no tenemos el mejor sistema posible de gobierno, y que a veces me avergüenzo de lo que tenemos que padecer de alguno de los incompetentes a los que hemos votado. Pero eso es la democracia, la cual, no sólo nos invita a votar cada cuatro años, también podemos participar de ella de manera más activa. ¿Quién nos impide tomar parte y pasar a ser uno de esos sindicalistas privilegiados a los que todos pagamos? Si tan fácil es la política y tan bien se vive de ella, ¿por qué no hay bofetadas para militar en un partido? Y tampoco hay que subir tan alto, porque ninguno de nosotros es presidente de escalera por vocación. 

Quizás nos sea más sencillo decir que todo va mal, que nada sirve, que nadie hace nada, para justificar que nosotros tampoco estamos haciendo mucho con nuestros actos. Es más, colaboramos a que todo siga como está con nuestro silencio y dejar hacer. Somos cómplices, somos partícipes, somos consentidores.





jueves, 19 de mayo de 2011

SON LOS NUESTROS

Movilizaciones del 15- M. Artículo de Julio


Son los nuestros

Julio Anguita

Están hartos. Saturados de discursos y prácticas tramposas. Escandalizados de que tanto ladrón ilustre acapare los flashes y las cabeceras de los informativos en lugar de las crónicas de los juzgados de guardia. Dolidos por causa de la sordidez de las políticas al uso, aparentemente dictadas por esos inventos exculpatorios denominados mercados. Atónitos ante la degradación y caricaturización de conceptos como Justicia, Libertad o Democracia. Zaheridos por el permanente agravio que suponen el despilfarro de una minoría frente a los esfuerzos infructuosos para supervivir, de una mayoría. Lúcidamente rebeldes ante una pasividad generalizada y además cultivada por la cultura oficial instalada en medios de comunicación, el adocenado lenguaje político al uso y los penosos discursos de tantos tenores huecos.
     
Se han lanzado a la calle y la siguen llenado sin complejos, poniendo en evidencia a quienes debían y debíamos haberlas llenado antes. Creo que todavía no son plenamente conscientes del valor y del ejemplo de su acción; no sé si han caído en la cuenta de lo que apuntan, de lo que han empezado a entreabrir y orear. Tienen la ingenuidad y la imprudencia de todos aquellos que se han atrevido a decir que el rey está desnudo y que la farsa es eso, una farsa.
     
Y lo hacen- a tenor de las declaraciones de sus portavoces- con una finísima mezcla de sentido común, valentía moral y madurez ciudadana que los hace casi únicos en este páramo berroqueño en el que la Ética y los valores ni cotizan en bolsa ni tampoco en las urnas. España siempre se parece a sí misma. Por las trazas se deduce que ellos se suman con fuerza joven a una minoría que siempre ha intentado acabar con esa miseria de nuestra historia. Tienen vocación de mayoría cívica capaz de desalojar de su aconchado caparazón a esa otra mayoría que traga connivente y cómplice.
     
Los he acompañado por la calles de Córdoba el día 15 y me he sentido de ellos. A mis años y con la hoja de servicios amarilla de tiempo he sentido el impulso de intensificar ante mí y ante los míos, mi nunca abandonada lucha. Son los nuestros; y esta expresión quiere poner especial énfasis en la acepción de pertenencia que el posesivo conlleva; son los nuestros porque les pertenecemos. Son los nuestros porque rezuman aquella voluntad de cambio que otrora dio sentido a nuestra apuesta política. Lo han dejado claro, son apartidistas pero no apolíticos. Gracias compañeros y compañeras por esa decencia y sabiduría que por desgracia sólo están al alcance de vosotros y unos pocos más
    
Creo, como comunista organizado, que nuestra militancia comunista exige de nosotros y a título personal, enrolarnos, comprometernos y engrosar sus filas sin más soldada ni recompensa que la gratificante sensación de que volvemos de nuevo a galopar hacia Utopía; o lo que es lo mismo hacia la honestidad, la justicia, la igualdad y el lenguaje limpio y veraz al servicio de la comunicación de ideas.
    
Cuando acabe el coro de grillos en el que el bipartidismo y adheridos han transformado la campaña electoral y asistamos al rigodón de pactos, repactos y contrapactos, no olvidemos que ya hay quien nos mira limpia y organizadamente; ya hay quien nos va a demandar algo más que lo políticamente correcto para hoy y hambre para mañana. Los mejores editoriales, las más incisivas crónicas, los más claros análisis y los juicios más justos no se hacen ahora en los medios (casi siempre mediatizados) sino en las calles y plazas de España.
 
Demostremos que Democracia es mucho más que el rito cuatrienalmente repetido.


sábado, 14 de mayo de 2011

Del vacío absoluto como espectáculo.

Hablamos de reciclaje y de optimización de recursos. Nada como ver la televisión generalista para darse cuenta de que ya hay otros que lo han puesto en práctica desde hace mucho tiempo. Pero no les mueve la idea del aprovechamiento del trabajo hecho, ni tan siquiera la del homenaje a los clásicos y, por supuesto, no es que quieran documentar los nuevos contenidos con aportaciones célebres.

Hay programas en los que el contenido informativo se reduce a dos frases, a lo sumo tres. Y para ello han estado cuatro horas. Esas mismas frases también habrán servido para llenar otros programas de la misma cadena o de otra con similares prácticas. Es posible que, incluso, durante varios días no haya aportaciones nuevas.

En ocasiones la noticia es que no hay noticia, que no hay declaración, que aún no hay heridos por tal o cual accidente... La noticia tremebunda es que no hay tal noticia. Además como base de imagen siempre pasarán el mismo vídeo, sin importar cuántas veces sea necesario hasta que cambien de tema.


Los que no tenemos Dios.

Creo que la edad me hace ser más débil y sensible ante las desgracias ajenas. La juventud me hacía estar siempre preocupada por mi misma y mi entorno más cercano, pero siempre en lo que me concernía personalmente. Era consciente del mundo y la sociedad, y de la Historia de otros pueblos, y luchaba para cambiar lo que consideraba un "orden" económico-político injusto.

Los años me han traído algo que no sé si me perjudica o beneficia: la empatía en el sufrimiento. En mi etapa de bachiller pude leer el diario de Anna Frank, visionar documentales sobre campos de concentración, saber de la matanza que supuso la batalla de Stalingrado y husmear en nuestra Guerra Civil y en la no menos cruenta posguerra. Digamos que confeccioné una visión desde arriba, un panorama como el de las películas de indios y vaqueros en la que los muertos son como de cartón piedra, que caen al suelo sin sangre, donde las balas no suenan cuando penetran la carne, donde las cabezas nunca estallan y los miembros no se mutilan.
Ahora a mis cuarenta recién cumplidos aunque me de vergüenza admitirlo, raro es el telediario en el que no acabo llorando. Y si logro controlar el llanto porque no estoy sola, se me hace un nudo que me impide el habla. Un goteo de muertos diarios me martillea el corazón cuando cada día, CADA DÍA, hay nuevas cifras de personas (con sus hijos, mujeres, madres, padres ...) que mueren en Irak, en Libia, en Pakistán... Esas caras de profunda tristeza de los niños; esos mutilados en esos colchones inmundos de hospital; esa desesperación delante de las ruinas de la que fue tu casa, tu escuela, tu centro de trabajo; esos niños trabajando como esclavos delante de las máquinas de coser, durmiendo debajo cuando deberían estar con sus familias, dejándose querer por sus abuelos o jugando en las calles; esos otros viviendo y comiendo encima de inmensas montañas de basura, sucios, maltrechos, enfermos; aquellos hombres y mujeres que pagan lo que no tienen por la ilusión de cambiar la vida de su familia y la de ellos mismos, y que se embarcan en manos de personas sin escrúpulos en un viaje incierto con muy pocas posibilidades de éxito y que puede acabar con sus vidas; la miseria, la desesperanza, la inmundicia, el poder, la corrupción ...
Detrás de todo esto hay culpables que viven cómodamente en sus casas, con sus familias. Algunos son presidentes de gobierno, otros lo son de grandes corporaciones, otros de entidades bancarias, de empresas de armamento ... qué sé yo. E irremediablemente me pregunto qué parte de culpa me toca a mí que no consigo movilizar a mi entorno, que no soy capaz de ser más valiente y dejar todo mi cómodo mundo, mi trabajo, mi casa y mi familia, para ir a ponerme a disposición de aquellos que lo necesiten.
Sería más fácil ser creyente. Por desgracia soy atea hasta la médula. Sé que la solución está en nuestras manos. Somos una inmensa mayoría, pero nos tienen la partida ganada.

CANSANCIO

Hace más de dos años que empezaron los síntomas, posiblemente tres. Primero me resfriaba mucho, después me quedaba afónica, faringitis, febrículas, contracturas en el cuello, mareos contínuos, visión borrosa, dolores de cabeza y, finalmente, un cansancio terrible que no pasa con el descanso. Se me olvidaba el dolor en las manos y un sarpullido rojo y con escamas en las mejillas.

Fui de un médico a otro: cardiólogo, reumatólogo, traumatólogo, otorrino, dermatólogo, oculista... Y me hicieron toda suerte de pruebas: analíticas, radiografías, resonancias... Todo daba negativo. Con cada visita, con cada prueba, una alegría al descartar la posibilidad de una enfermedad terrible y una nueva incertidumbre al no saber qué me pasaba. Sentía que me lo estaba inventando yo, que nadie me creía y eso me entristecía mientras los síntomas aparecían y desaparecían y mi estado general empeoraba poco a poco.

Dicen que tengo SFC, síndrome de fatiga crónica, y todavía me parece mentira.